Es fascinante, Ciro, cómo se revuelven los papeles y cómo, tras seis años de constantes ataques, usted se proclama la víctima indefensa. Un giro maestro, sin duda, digno de quien ha hecho de la palabra su arma, pero ¿en serio espera que alguien se trague este cuento? Después de años de lanzar dardos venenosos al presidente desde su trinchera mediática, ahora resulta que usted, Ciro, es la pobre alma perseguida. La ironía, que tan bien domina cuando le conviene, parece habérsele escapado cuando habla de “amistad”. No se confunda, los mexicanos no somos tan ingenuos.
Se atreve a sugerir, sin pruebas y con la ligereza de quien juega con fuego, que ha sido víctima de persecución fiscal y, lo que es aún más grave, que alguien le disparó a la cabeza. ¡Qué declaraciones tan serias! Si tiene usted pruebas, señor Gómez Leyva, hágalo oficial. No se quede en insinuaciones mediáticas, que eso de lanzar acusaciones veladas y quedarse en la sombra es propio de alguien que, más que periodista, se asemeja a un cobarde. Las instituciones están para investigar, pero claro, es mucho más cómodo llorar en la plaza pública y ganar simpatías con la narrativa del perseguido.
Usted, que se llena la boca de neutralidad y objetividad, ha sido uno de los mayores críticos de este gobierno desde el día uno. Se ha convertido en el vocero de esa oposición que, al no tener argumentos sólidos, ha hecho del insulto su bandera. Dice que el presidente lo insultó durante seis años, pero olvida, quizá convenientemente, que replicar no es insultar, y que responder a la crítica no es sinónimo de agresión. Lo que usted ha llamado insulto, Ciro, no es más que el presidente ejerciendo su derecho a réplica, algo que cualquier ciudadano en su lugar haría al ser objeto de ataques injustificados y malintencionados.
Y ahora, en este ocaso de sexenio, se presenta como la víctima inmaculada. “A un amigo no se le dispara a la cabeza”, dice usted. Pues claro que no, pero para empezar, ¿quién aquí habló de amistad? No se engañe. Nadie dijo que eran amigos, y mucho menos que usted ha sido tratado como tal. El presidente, con la ironía que tanto parece molestarlo, se limitó a recordarle que sus ataques, lejos de ser amistosos, han sido continuos, punzantes y cargados de mala fe. Pero claro, cuando usted insulta, lo llama periodismo; cuando recibe una respuesta, lo llama persecución. ¡Qué conveniente!
Y ya que hablamos de hacer lo mismo durante seis años, permítame corregirlo, Ciro: lo que usted ha hecho no es periodismo, es propaganda disfrazada de objetividad. ¿Tirar gobiernos? Quizá no, pero defender los intereses de quienes no soportan ver un México más justo, eso lo ha hecho usted con maestría. Y ahora, que se acerca el fin de este sexenio, se nos presenta como el héroe que resiste estoicamente. Un héroe que, no nos engañemos, ha sido parte del coro de los montajes y las difamaciones. ¿Recuerda a su colega, lord montajes? Parece que ha seguido bien su ejemplo.
Así que, Ciro, si va a continuar con esta narrativa del periodista victimizado, al menos tenga el decoro de presentar pruebas. Y si no las tiene, ahórrese el papel de mártir. Lo que México necesita es un periodismo serio, responsable y comprometido con la verdad, no con la victimización barata. Porque si algo hemos aprendido en estos seis años es que el verdadero agresor no es quien responde, sino quien, bajo la bandera de la objetividad, ataca sin descanso, esperando que sus mentiras pasen desapercibidas.
Con convicción y firmeza,
MKZ